LUIS ALBERTO ARELLANO

Tríptico de la cabeza de Moro

*
Soñé que ser un arma
era una forma aburrida de creer en los cipreses
paganos y en las esferas de polímeros
encerradas en un sótano de
tucson/arizona
Soñé que ser un arma
era la herramienta favorita
la escala perfecta
el abatimiento doble
y la certeza precedida por el relámpago
al interior de una cavidad no desnuda
Gritaba Giorgio di Chirico
mientras pulía los lentes de sus anteojos
con una escofina de mango doble
sobre su taza de café frío

Abrir las alas en forma de corrientes
anémonas o silenciados cefalópodos
Soñé que era fácil ser un arma
y era aburrido ser tu vientre
un tejido sobre otro
acumulando
negaciones vitriolo
y contenidos falsos como los recipientes
de olivas que nos dejan por la mañana
al alcance de la mano

Podemos fingir que ser un arma
es un destino manifiesto
una determinación afortunada
o el secreto murmullo del cosmos
calentando la tetera con sus dedos
de arena
Pero no podemos fingir
que ser un arma es la solución
preferida por las liebres
aposentadas en el interior de los muros
ni la recomendación materna
para amamantar a un primogénito
Soñé que ser un arma era correcto
y necesario
en este aburrido fin del mundo



*
La primera página del Finnegans wake
contiene una coloración carmesí
única para definir contornos no reales
en las vallas publicitarias
Sospechaba en voz alta
Jackson Pollock
mientras encendía la radio de bulbos
y baterías doble d que coronaba
el carrito de supermercado
donde transportaba sus posesiones
a la hora:
una cafetera eléctrica
un rollo de alambre de cobre fino
grandes bolsas repletas de latas sin uso
reconocible
Con qué facilidad cambiamos de acera
cuando alguien pronuncia las palabras correctas:
neceser
vida literaria
arribismo industrial
prendas femeninas
mensajes líricos por radio

Es una sorpresa inmensa
cargar dentro de los bolsillos
fragmentos de una vida futura
como se carga la tierra de minerales
después de un fuego controlado
La primera página del Finnegan's wake
contiene todos los secretos
de la pintura clásica
aplicados al remanente de una civilización
que no somos nosotros

*
Qué hago yo si a dios le gusta
tanto mi lengua como para sorberla
todas las noches entre gemidos
que nadie entiende
Qué hago yo si me dice
que me porte mal y esconda los miembros
en una licuadora gigante
o que toque los timbres
de las casas y escupa miles de sonidos
que llamamos la Palabra
para que los de dentro
teman volver el rostro y encontrarse
con una navaja feroz rozando sus las nucas
Gemía exaltada
Tamara de Lempicka sosteniendo
en una mano la botella media vacía
y en la otra el cinto improvisado
con que tenía a raya la gravedad
que amenazaba con descomponer la línea
vertical de sus pantalones de marinero

Qué hago yo qué le respondo
si me pide que corte pequeños deditos
de infantes para hacerme una joya
y las luzca en los mejores salones
de té que hay en Manhattan
o en Bruselas
Qué le respondo si esconde la cara
cada vez que le pido cuentas
y me ríe sobre el vientre
cuando le exijo castigo para mis enemigos
como los sonidos fuertes
y el clima infernal que nos azota
en esta región perdida en el mapa

Cerraré mis oídos con la cera
de mil abejas que cargo en el bolso trasero
y fingiré que no lo veo cuando nos crucemos
en la calle
casualmente como los enamorados
viejos que nadie reconoce como uno solo
y que han perdido la costumbre
de llamarse por su nombre



Luis Alberto Arellano, (Queré­taro, Méx­ico, 1976). Poeta y edi­tor. Autor de dos pla­que­ttes, Nómina de hue­sos, y La doc­t­rina del fuego;  de los libros ErradumbreDe pájaros raíces el deseoPlexo, Bonzo y Grandes atletas negros.

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