CÉSAR I GRACIANO


La Rosa: Espacio LGBTTTI

Kyle Thompson

Hay un cuerpo a la mitad de la cama
que no es mi cuerpo a la mitad de la cama.
Hay un niño que es un hombre.
            Me llama.
            Voy.
Tomo su mano.
Toma mi mano
                          y hace que toque su cuerpo.
Toco sus labios
            con mis labios.
Una extrañeza recorre mi pecho:
            un espejo.
Un pequeño pezón que muerdo:
grito, gemido.
Mano que toma el aliento
y lo alquimia en sudor.
Un pasar la lengua y beber,
nariz sobre abdomen,
olor a tierra muerta:
            un cuerpo que no es mi cuerpo
            es mi propio desierto.
Hay un deseo que se vuelve tentación
y lo transformo en pecado.




Mr. J.
“I am the love that dare not speak it’s name”
A. Douglas.
Cuando te encontré
(quizá tú me encontraste)
nunca vi en tus ojos
el mundo soslayado.
Nunca te soñé (al principio)
por más que trataba.
Luego jamás te fuiste del sueño.
Yo trataba de huir
pero mis pies son demasiado pequeños
para alejarse de monstruos como tú.
Tocaba tu mano
de forma ficticia
para luego tocar mi mano
(tú sabes que la cobardía
es mi mejor habilidad).
A veces hacía señales de humo
que se perdían en el camino.
Y te creí:
“el amor no es para exiliados”.
Te hice una obsesión,
la grieta
en la que grito.



Planeo llenar de vergüenza
a todos mis antepasados
siendo el primero
en dejarlos sin futuro.




Un desconocido de hace 8 años.
Un torso desnudo tras unas cortinas rojas.
Era un sótano y no el cielo.
Era un temblor de un cuerpo sin escarcha.
Un espasmo,
            acostarse al lado,
            poner la cabeza sobre la mano extraña,
            buscar la respuesta incorrecta en lugares correctos.
Yo era un temblor del cielo en un sótano oscuro.
Yo era una diagonal,
con las rodillas sobre un dorso,
la vergüenza subiendo por la espalda.
Un estrujar el cuerpo,
una mano en el espacio reducido de la cintura,
taparse la cara.
Caracol que camina sobre el pecho.
La respiración cortada con cristal,
agitación que no es un temblor común.
Dentro de mí el dolor ajeno
pero no a la queja, no al habla
que se sofocaba con la acción,
solo el susurro cada cierto tiempo.
Era un beso húmedo,
chocar constante de dientes.
Buscar lo que se muerde.
Yo era un temblor a la mitad de una sábana en un sótano oscuro.
Una nariz que rosa un abdomen extraño,
era mi ombligo un temblor singular.
Un aire muy pesado para este siglo.
Yo era un temblor de ideas equívocas.
Una mano húmeda sosteniendo un trozo de piel muerta,
agua recorriendo un surco,
la tierra poblada de perros que ladran.
Tocar la piel aclarecida por la desidia de los días.
Yo era un temblor de pie a la mitad del sótano del cielo.
Una sonrisa que cuelga de un beso sin dignidad.
Yo era un temblor sin gracia.


Un asesinato en nombre de tu dios,
un libro de poemas con tu nombre,
la aceptación completa de mi fe
frente a los hijos del hombre,
frente a los hijos que jamás tendré.
No voy a negarte nada:
soy demasiado afeminado
para romperle el corazón a un hombre.



Amaneces nube
sombra de mí.
Hoy llueves.



César I. Graciano (Juárez, 1994). Licenciado en Periodismo por la UACJ. Ganador del premio Voces al Sol 2016 en la categoría de cuento, también ha recibido menciones honoríficas en los premios Frontera de palabras 2017 y el Premio de poesía Joven Rogelio Treviño 2017. Participó en las antologías “Paso del norte: antología de narrativa joven de Ciudad Juárez” (Editorial Paroxismo, 2015) y “Fuga de abismos” (Capítulo Siete, 2018). Ha publicado en sitios como Revista Monolito, Ariwá y Axolote, así como en diferentes medios.

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