Mandarines y exprimidores.
Me preguntan si tengo gallinas
y como un vómito regurgito
el viejo ambages: el origen
del mundo en una paradoja
chistosa. Y como una hostia
parapetan mis dientes
mi veneno y su ariete.
Me descargo con la mirada.
Consuelo del que no tiene palabra
o la limpidez del honrado.
Umbral
A Sujon.
Llegaste en el momento
cuando ya no
quedaban palabras,
no quedaban ya
lágrimas azules,
trasparentes días
sobre días,
la asunción tranquila
del sol ya
partido,
sólo entonces
en la apacible
pérdida
llenaste de futuro,
haz de luz
recóndita
miseria de mí
Por qué los pétalos
no entienden.
Y tu luz parada
en tu sonrisa,
desarticulada fe
aquella mirada
expectante, juventud
podría dejar ir,
podría quedarme
aquí
de este lado
sin las palabras,
en la incomprensión
callada de los días,
el silencio
abismo entre nosotros
podría ser
lo que nos salva.
El pájaro canta
El pájaro canta, aunque
su derredor derrita
la moralidad.
El límite del mundo
de los hombres
a su alrededor ajeno.
El pájaro canta, aunque
dedo asesino cruce
al niño, partiéndolo en dos.
El pájaro canta, y la rama tranquila
acompasada en contoneo,
le sostiene en la rueda
serena de los días y noches.
Seguidamente,
el pájaro canta, aunque llueva,
aunque no le escuchemos entonces.
Y el viento se lleva su sonido
de alerta, en el que nosotros
nos regocijamos
solamente el domingo.
[Pleonasmo vital
como cencerro,
al moverse uno
impide escuchar]
El pájaro canta plastificando
La Belleza
—sustantiva—
concepción del mundo.
Las flores de otro año.
…quando il sole si uccide
oltre le onde
puoi sentire piangere e gioire
anche il vento ed il mare.
Caro Amore .- Fabrizio de André.
Contra
mar
me hallo,
espaldas
al cuello,
extendidas
.- alas
balsa mi quietud
caída esfera
rodado canto
tumulto indeseado
contra
espesor
en tierra
parpadea
sus mientes
podría
respirar
su halo
podría
arrastrar
el litio
perpendicular
al ritmo suyo
la vida se abre
tras la miseria
infinita compasión
de sí
la vida se mece
arrastrándome
y yo caída
atada de tobillos
sólo miro
observo
desde el trono
mi facultad
cerrada
absorta
a las nieves,
las lluvias,
ser a la piedra
una piedra, más.
Y con ello,
la paz sobrevenida
de la miseria
sin vida ya.
La infancia recobrada
I.
La mirada del niño
intermitente
acompaña
el latido del mundo.
En el parpadeo
del asombro inocente
nos aguarda,
plegada en la carta
que acaso escribimos
en un lenguaje aún inexistente
algún día
y hoy olvidamos dar voz,
allí, suspira
por ser escuchada
la infancia
recobrada.
II.
Quién pudiera dejarse ir
en este soplo de ira,
de venganza plomiza,
deshacerse en lo que se aleja
de uno mismo,
tomar por manos ajenas
el propio coraje.
Quién pudiera seguir siendo,
como un niño,
en la pradera caminando,
con orugas entre los dedos,
un horizonte más allá parado,
inquietante a la mirada.
Si pudiera ser más de lo que soy.
Si pudiera acaso que los pasos dados
no pesaran tanto, y mi camino
fuera más que lodo intranquilo
y la precaución del viejo
al que ya sólo le queda morir,
simplemente se disipara
como una bruma en un soleado
día.
Lorena Acosta Iglesias (1992, Fuenlabrada; España) es investigadora en formación en la Universidad Complutense de Madrid realizando la tesis doctoral en la disciplina de Filosofía.
Ha publicado numerosos artículos académicos en revistas científicas indexadas dentro del campo de la filosofía, así como poemas en las Revistas de Literatura Ídolum, Telescopio, Espirales y Odisea Cultural.